Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT) e Implicación Neuropsicológica en su Evaluación Forense

El Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT) surge tras vivir o presenciar eventos traumáticos intensos. Más allá de síntomas emocionales y conductuales, estudios recientes muestran que el TEPT también afecta áreas clave del cerebro relacionadas con la memoria, las emociones y la toma de decisiones. Si quieres saber cómo esta visión neuropsicológica ayuda a mejorar la evaluación clínica y forense, sigue leyendo.

Sheila Odena Galceran

7/9/20256 min read

man wearing black long-sleeved shirt
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¿Qué es el TEPT?

La patología que se desarrolla tras la exposición a un evento traumático se llama Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT). Se caracteriza principalmente por alteraciones en el estado de ánimo, síntomas intrusivos y conductuales como evitación e hiperactivación (American Psychiatric Association, 2013).

Pese a que distintas corrientes han estudiado este trastorno, todas ellas se habían centrado en los síntomas clínicos observables, dejando de lado las implicaciones neuropsicológicas que han confirmado recientes estudios en neuropsicología. Esto apunta a la necesidad de evaluar los déficits cognitivos asociados al TEPT en la práctica forense, ya que estos pueden tener una influencia decisiva en la valoración jurídica y la determinación del daño psicológico (Aupperle et al., 2012).

Neuropsicología del TEPT: Más allá de los síntomas clásicos

Pese a que la evaluación clínica y forense suele poner el foco en los síntomas positivos, las alteraciones observadas en personas con Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT) no se limitan a consecuencias emocionales o conductuales, sino que también incluyen daños neuronales estructurales y funcionales. Estos daños suelen ser resultado de una exposición prolongada a situaciones traumáticas intensas (Scott et al., 2015), aunque en ocasiones son consecuencia directa de agresiones físicas —como golpes en la cabeza o falta de oxígeno prolongada—. Estudios recientes señalan que estos cambios afectan principalmente al hipocampo, la amígdala y la corteza prefrontal, estructuras clave en la regulación emocional, la memoria y la toma de decisiones (Liberati y Perrotta, 2024; Yang et al., 2024).

El hipocampo tiene un papel importante en la memoria declarativa y la inhibición del miedo contextual. En múltiples estudios de neuroimagen con víctimas, se ha observado una reducción de su volumen, así como una disminución de la neurogénesis y un aumento de marcadores inflamatorios (Nieto-Quero et al., 2023). Estos cambios se relacionan con déficits en la memoria episódica, desorientación temporal y dificultad para diferenciar entre recuerdos del pasado traumático y el presente, lo que explicaría la aparición de flashbacks y distorsiones cognitivas. Otros estudios apuntan que el TEPT no suele asociarse con amnesia disociativa, puesto que las personas que desarrollan este trastorno recuerdan la experiencia sufrida, aunque debido al estado de alerta estos recuerdos puedan estar fragmentados (Jelicic, 2024; Metin, Aydın, & Tural, 2024; Patihis, 2024; Taïb, Thomas, & Jardri, 2023).

Por su parte, la amígdala está implicada en la detección de amenazas y la respuesta al miedo. Se suele observar hiperactividad en esta zona en personas con TEPT, lo que explica síntomas como la hipervigilancia y la reactividad emocional exagerada. También se recogen alteraciones en su conectividad con la corteza prefrontal y la ínsula, lo que dificulta una adecuada regulación emocional (Iqbal et al., 2023; Liberati y Perrotta, 2024).

La corteza prefrontal medial y dorsolateral son clave para las funciones ejecutivas y el control inhibitorio. Los estudios han evidenciado una disminución de la actividad funcional de estas regiones, lo que limita la capacidad de la persona para modular respuestas emocionales generadas por la amígdala. Esto afecta de forma negativa en la toma de decisiones, la planificación y la autorregulación (Yang et al., 2024).

Además, diversos estudios afirman que las personas con TEPT presentan una disfunción en las redes neuronales que integran la información emocional y contextual. Esto afecta a la capacidad del sistema nervioso para integrar de forma adaptativa y coherente la experiencia traumática (Yang et al., 2024).

Todos estos hallazgos confirman que el TEPT tiene una base neurobiológica compleja que implica, no solo síntomas psicológicos sino que también daño cerebral, funcional y estructural. La comprensión de estos mecanismos puede facilitar una evaluación de calidad, argumentando síntomas persistentes y limitaciones cognitivas que pueden pasar desapercibidos en una entrevista clínica convencional.

Evaluación neuropsicológica forense

Puesto que los déficits cognitivos afectan en la capacidad de procesamiento, la toma de decisiones y la regulación emocional, se consideran relevantes a la hora de valorar la responsabilidad y competencia en contextos legales (Aupperle et al., 2012; Lagarde et al., 2017). Pese a esto, la evaluación psicológica forense del TEPT no suele integrar pruebas neuropsicológicas (Stein y McAllister, 2020). Esto supone una limitación e infravaloración de los síntomas negativos que afectan el funcionamiento global de la persona afectada así como su capacidad para comprender, comunicarse o interactuar con el sistema judicial (Bryan et al., 2017).

Es por esto que la neuropsicología tiene un papel importante en la identificación y evaluación de estos déficits, aportando información objetiva que complementa la evaluación psicológica tradicional (Vasterling y Verfaellie, 2016).

La inclusión de baterías neuropsicológicas específicas ayuda detectar déficits sutiles pero clínicamente relevantes, evitando así que se llegue a conclusiones erróneas sobre la magnitud del trastorno y la repercusión en la vida diaria y la capacidad legal de la persona evaluada ((Woon y Hedges, 2019).

Como afirman Lagarde et al. (2017), la evaluación neuropsicológica realizada por especialistas proporciona evidencia objetiva imprescindible para elaborar informes periciales sólidos, que a su vez fortalecen la búsqueda de una justicia más equitativa.

Conclusión

Incorporar la valoración neuropsicológica en la evaluación forense del TEPT ayuda a comprender el impacto real del trauma y así favorecer decisiones jurídicas más justas, acercándonos a la realidad clínica de la persona que lo sufre. También es clave en otras ramas como la victimología o la psicología clínica para desarrollar estrategias de atención e intervención más efectivas y centradas en la persona. ¿Conocías el alcance que pueden tener los sucesos traumáticos a nivel cerebral?

Referencias

Aupperle, R. L., Melrose, A. J., Stein, M. B., y Paulus, M. P. (2012). Executive function and PTSD: Disengaging from trauma. Neuropharmacology, 62(2), 686–694. https://doi.org/10.1016/j.neuropharm.2011.02.008

American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (5th ed.). American Psychiatric Publishing.

Bryant, R. A., Creamer, M., y O'Donnell, M. (2017). The neurobiology of trauma and PTSD: Implications for forensic assessments. Neuropsychology Review, 27(2), 120–131. https://doi.org/10.1007/s11065-017-9349-1

Iqbal, J., Boucher, S. R., y Holmes, E. A. (2023). The neural circuits and molecular mechanisms underlying fear dysregulation in posttraumatic stress disorder. Frontiers in Neuroscience. https://doi.org/10.3389/fnins.2023.1281401

Jelicic, M. (2024). Dissociative amnesia? It might be organic memory loss! Topics in Cognitive Science, 16(1), 41–51. https://doi.org/10.1111/tops.12640

Lagarde, E., Nemmi, F., y Frismand, S. (2017). Neuropsychological assessment of PTSD: Application in forensic context. European Journal of Psychotraumatology, 8(Suppl 2), 1393447. https://doi.org/10.1080/20008198.2017.1393447

Liberati, A. S., y Perrotta, G. (2024). Neuroanatomical and functional correlates in post‐traumatic stress disorder: A narrative review. Ibrain, 10(1), 46–58. https://doi.org/10.1002/ibra.12147

Metin, B., Aydın, H., y Tural, Ü. (2024). Dissociative amnesia in complex PTSD: A case report and review of the literature. Annals of General Psychiatry, 23(1), 14. https://doi.org/10.1186/s12991-024-00536-8

Nieto-Quero, A., Espinosa-García, C., Marín, M. F., y Garzón, M. (2023). Unveiling the secrets of the stressed hippocampus: Exploring proteomic changes and neurobiology of posttraumatic stress disorder. Cells, 12(18), 2290. https://doi.org/10.3390/cells12182290

Patihis, L. (2024). Did dissociative amnesia evolve? A critical review of evolutionary arguments. Topics in Cognitive Science, 16(1), 88–102. https://doi.org/10.1111/tops.12655

Scott, J. C., Matt, G. E., Wrocklage, K. M., Crnich, C., Jordan, J., Southwick, S. M., y Krystal, J. H. (2015). A quantitative meta-analysis of neurocognitive functioning in PTSD. Psychological Bulletin, 141(1), 105–140. https://doi.org/10.1037/a0038039

Stein, M. B., y McAllister, T. W. (2020). Exploring the convergence of PTSD and mild traumatic brain injury. American Journal of Psychiatry, 177(2), 102–110. https://doi.org/10.1176/appi.ajp.2019.19050444

Taïb, N., Thomas, P., y Jardri, R. (2023). Neurobiological correlates of dissociative amnesia: A systematic review. Frontiers in Psychiatry, 14, 1092826. https://doi.org/10.3389/fpsyt.2023.1092826

Vasterling, J. J., y Verfaellie, M. (2016). Understanding cognitive dysfunction in PTSD: Neuropsychological perspectives. Neuropsychology Review, 26(2), 105–116. https://doi.org/10.1007/s11065-016-9327-3

Woon, F. L., y Hedges, D. W. (2019). Neuropsychological function in PTSD and the relevance for forensic evaluations. Journal of Forensic Neuropsychology, 9(3), 168–185. https://doi.org/10.1080/13854046.2018.1539307

Yang, J., Kim, M. J., McEwen, B. S., y Rauch, S. L. (2024). Examining the association between posttraumatic stress disorder and disruptions in cortical networks identified using data-driven methods. Neuropsychopharmacology, 49(3), 609–619. https://doi.org/10.1038/s41386-023-01763-5

Sheila Odena Galcerán

Neuropsicóloga Forense (Nº de Colegiada 30681) y Mediadora.